3.3. Sören Kierkegaard

El danés Sören Kierkegaard (1813 – 1855) desarrolla su pensamiento cual reacción contra el idealismo y la religiosidad formalista de la Iglesia oficial y su teología dominada por el hegelianismo. Reclama el valor del individuo y de una fe personal y trágica. Las categorías fundamentales de Kierkegaard son las del “individuo” existente y sus “posibilidades”. Afirma que lo único real es el “individuo”, el singular, lo más opuesto posible al infinito o absoluto (razón de los racionalistas o idea de los idealistas). Al efecto, Kierkegaard utiliza la expresión “existenz consequents”, que quiere decir consecuencia existencial o práctica y no de razón pura o lógica. Es más, el “individuo” también se contrapone al “pueblo” o masa anónima. Kierkegaard no simpatizaba con los ideales revolucionarios y democráticos del siglo XIX. En definitiva, el individuo se encuentra sólo ante sí mismo y ante Dios. Esta es una soledad profunda y trágica, porque el singular se enfrenta con su existencia, que no está determinada por la necesidad (como en Hegel), sino por la posibilidad. De esta forma, “lo posible” es infinito y contradictorio pues en la posibilidad todo es igualmente posible. Kierkegaard sostiene por tanto que las alternativas de la vida no se dejan reconciliar en una síntesis dialéctica: las contradicciones de la vida son irresolubles. Siendo el “individuo” mera “posibilidad”, éste nunca llega a realizarse. El singular siente, reposa sobre la nada y sin embargo debe elegir. Es ese elegir en el mundo le provoca angustia. Elegirse a sí mismo le provoca desesperación. La desesperación es la “enfermedad mortal”. Expresa Kierkegaard: “La nada engendra la angustia... Así, la realidad del espíritu se presenta siempre como una figura que incita su propia posibilidad, pero que desaparece tan pronto como le vas a echar mano encima, quedando sólo una nada que no puede más que angustiar... Los conceptos de miedo u otros similares se refieren siempre a algo concreto, en tanto que la angustia es la realidad de la libertad en cuanto posibilidad frente a la posibilidad... El heroísmo cristiano, muy raro por cierto, consiste en que uno se atreva a ser sí mismo, un hombre individuo, este particular hombre concreto, solo delante de Dios, solo en la inmensidad de este esfuerzo y de esta responsabilidad... La relación entre el alma y el cuerpo es una simple relación. Por el contrario, si la relación se relaciona consigo misma, entonces esta relación es lo tercero positivo, y esto es cabalmente el yo”. En este sentido, la filosofía de Kierkegaard es una filosofía de la fe porque “la fe” salva al hombre de la desesperación ya que es un “salto hacia Dios”, en quien “todo es posible”. En definitiva, Kierkegaard sostiene: “El mundo... me da náuseas... No tiene sentido... ¿Qué quiere decir mundo? ¿Quién me ha jugado la mala pasada de mandarme a él y dejarme en él? ... ¿Por qué no se me ha consultado?... ¿Quién soy?... ¿A santo de qué me he interesado por esta vasta empresa que se llama realidad?”. Afirmaba así Kierkegaard: “No tengo ganas de nada. No tengo ganas de montar a caballo, porque es un ejercicio demasiado violento. Ni tengo ganas de caminar a pie, pues me fatiga mucho. Tampoco me atrae meterme en la cama, porque una de dos: o debería permanecer tumbado, y esa posición no me gusta; o debería levantarme de nuevo, y esto también me disgusta. Summa summarum: no tengo, en absoluto, ganas de nada”. Termina Kierkegaard afirmando: “El suicidio es la consecuencia de existencia del pensamiento puro... No elogiamos el suicidio, pero si la pasión”. Sin más, Kiergkegaard insinúa que la filosofía es obra de la desesperación, no del asombro.