3.5. Julius Bahnsen

A pesar de los esfuerzos de Frauenstädt por suavizar rasgos de la doctrina de Schopenhauer, llegando a negar la pertinencia del término pesimismo para una doctrina que admite la posibilidad destruir la voluntad y sustraer de este modo al ser a los tormentos que ella le impone, A. Taubert reconoce, con Schopenhauer, que el progreso trae consigo una conciencia cada vez más profunda del sufrimiento que acompaña al ser y de la ilusión de la felicidad , pero manifiesta la esperanza de que se podrá triunfar en parte de esta miseria por los esfuerzos combinados del género humano que, sometiendo más y más los deseos egoístas, darán al hombre el beneficio de una paz absoluta y reducirán en gran parte la desgracia de querer vivir. Aprecia Taubert que la melancolía misma del pesimismo se transforma si se aprecia que en uno de los consuelos que puede ofrecer transporta la imaginación más allá de los sufrimientos reales a que se está destinado: los placeres que concede la vida. Acota Taubert: “El pesimismo nos enseña que toda alegría es ilusoria, pero no toca al placer mismo, lo deja subsistir…”. Luego, siguiendo y extremando a Schopenhauer, Julius Bahnsen (1830 – 1881) entiende que el mundo es un tormento sin tregua y niega que exista alguna finalidad, ni aún inmanente en la naturaleza, ni que el orden de los fenómenos manifieste enlaces lógicos. Postula Bahnsen que toda existencia es necesariamente ilógica en tanto que manifestación de la voluntad; la existencia es ilógica “en su contenido lo mismo que en su forma”. Así, Bahnsen sostiene que hay una sin razón fundamental en el orden de las cosas existentes. De esta forma, aún la esperanza misma de un aniquilamiento final, que es el remedio supremo propuesto por Schopenhauer, según Bahnsen, es una pura ilusión. Para Bahnsen la voluntad es el principio del mundo, pero su esencia consiste en la autocontradicción, en la auto-escisión, gracias a la cual en cada momento se quiere y no se quiere. Con eso lo lógicamente imposible, la contradicción, llega a ser real, y lo lógicamente necesario, la ausencia de la contradicción, resulta ser algo imposible en la realidad. Sostiene por tanto Bahnsen que de este dilema horrible no hay salida; la esperanza de la redención es una vana ilusión, una negación de la voluntad por medio de la razón es irrealizable. La observación del universo y la representación de sus formas en el arte, lejos de ser una fuente de alegría tranquila, sólo trae nuevos tormentos a un espíritu filosófico. Julius Bahnsen proyecta el principio dialéctico de lo ilógico absoluto, quedando éste plasmado en su “Filosofía de la Historia”: “¡Lo trágico como ley del mundo!”.