6. EL DECONSTRUCCIONISMO

La lucha feminista por el logro de un mayor espacio social, político y cultural para la mujer, tuvo, desde finales del siglo XIX y a lo largo del siglo XX, una proyección en la educación que se centró en el progresivo aumento de la escolarización de la mujer y del acceso de ésta a los estudios superiores. Ello, unido a diversos factores políticos y sociales, generó un paulatino cambio de la cultura en relación con el rol de la mujer en diversos ámbitos como por ejemplo el laboral, el político, el cultural, el económico y, fundamentalmente el familiar. A partir de la década del 90, de la mano de la tercera ola feminista, y nutrida por los fundamentos teóricos del marxismo, neomarxismo, deconstruccionismo, entre otros, la ideología de género ha comenzado a gestar una auténtica revolución cultural que tiene como uno de sus ejes estratégicos el sistema educativo formal, especialmente los primeros años de la educación infantil. Esta revolución asume un carácter global en cuanto los organismos internacionales incorporan el concepto de género como clave para la formulación y el financiamiento de los planes y programas de desarrollo de la salud, la cultura y la educación. Dichos planes y programas responden a la preocupación de los Estados por contribuir desde la educación a la eliminación de problemas sociales tales como la discriminación de la mujer y la violencia contra la mujer. Frente a estos problemas, las propuestas pedagógicas que se elaboran son sustancialmente distintas según que se fundamenten en una concepción antropológica basada en la categoría de género o en el concepto de persona sexuada. En el primer caso, a partir del análisis de los textos editados por los organismos oficiales para la educación sexual, se destacan cuatro principios rectores de ésta desde la perspectiva de género: La negación de la base biológica como constitutiva de la persona y su reemplazo por la concepción del ser humano como construcción personal y cultural. Por ello se enfatiza que tanto el cuerpo como la identidad sexual y los roles son fundamentalmente ‘construidos’. La promoción de la construcción de la identidad sexual del niño, desde el nivel inicial, de forma independiente del ‘imperialismo heteronormativo’, según palabras de Judith Butler. Es decir, que se favorece la construcción de ‘identidades nómadas’ que no rechacen la posibilidad de la homosexualidad, el lesbianismo, la transexualidad y/o la bisexualidad en forma alternativa a lo largo de la vida. La deconstrucción del modelo de familia basado en un matrimonio heterosexual haciendo hincapié en que las tareas domésticas y la maternidad pueden ser un obstáculo para el desarrollo personal y profesional de la mujer. La prioridad del placer como principio supramoral que se considera incompatible con cualquier valoración ética de la sexualidad. Desde esta perspectiva, en la relación entre la escuela y la familia, se concibe a ésta como un posible obstáculo para el cumplimiento del derecho a la información de los niños, niñas y adolescentes, mientras que la escuela se transforma en la principal autoridad para la guía de los alumnos en su proceso de construcción de la identidad sexual y para la educación sexual en general.

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